Desde muy pequeño, visitaba todos los fines de semana el campo de mis abuelos. Hacíamos distintas actividades: con mi abuela sacábamos frutas de los árboles, los zapallos de la huerta,y muchas veces cocinábamos con todo lo que habíamos recolectado; y con mi abuelo además de alimentar a todos los animales, paseábamos a caballo.
Yo tenía mi yegua llamada India, que todavía la tengo. Al principio, a los 4 años mi abuelo y yo nos subíamos al mismo caballo porque a mi me daba miedo, hasta que lentamente mi abuelo, de a tramos cortos, me hacía subir a mi yegua y me llevaba agarrando los frenos del caballo. Había días que enseguida me queria bajar porque me daba miedo pero a medida que fui creciendo fui teniendo mayor seguridad.
Recuerdo,ya de más grande, llegar al campo y conectarme con mi caballo, hablarle, darle de comer y salir a andar.
Hoy en día, si bien ya no puedo ir todos los fines de semana, me obligo a ir por lo menos una vez por mes, porque cabalgar me hace sentir muy bien, me divierto y tengo una sensación de libertad y seguridad al mismo tiempo.
Después de varios años de hacer equitación supe que existe la equinoterapia, que ayuda mucho a personas con distintas discapacidades.
Claramente, yo puedo decir que andar a caballo te hace bien interiormente. India para mi es una gran amiga.